Debido a que los anticonceptivos han sido aceptados por la sociedad en general, muchas personas creen que es un pecado pequeño, o aun más, que no es pecado. Lo malo de los anticonceptivos, sin embargo, no es que son un pecadillo que permanece en la periferia de la vida humana.

El Papa Pablo VI vio esto claramente hace 40 años. El uso de los anticonceptivos es un pecado serio que daña profundamente el amo entre los esposos. Hace falso el acto íntimo que está diseñado para hacerles procreadores junto a Dios. Rompe los dos sentidos de la unión matrimonial: el sentido unitivo y el sentido pro creativo (es decir, el sentido de profundizar el amor y el sentido de propagar la vida.)

¿Sería de extrañar entonces que tantas parejas que usan anticonceptivos sufran la pérdida del propósito de sus matrimonios y terminen en el divorcio?

Cuando los anticonceptivos levantan una pared entre el amor conyugal (el sentido unitivo) y el tener hijos (el sentido pro creativo), se abre la puerta, a nivel filosófico y teológico, una multitud de males como el sexo recreativo sin compromiso permanente, el adulterio, los intentos de justificar los actos homosexuales, un aumento en los embarazos “no deseados”, el aborto, y la proliferación de la pornografía. Ya en 1968, el Papa Pablo VI pronosticó las consecuencias de rechazar las normas morales para la regulación de los nacimientos.

Aún más importante, señaló los antídotos positivos en contra de esta triste situación: la conversión espiritual por medio de la Confesión y la Eucaristía, y métodos mejorados de PNF.

By: Obispo Thomas J. Olmsted, November 2, 2008 (Church Teachings)