Reconozco que desconfié de todo ese “abracadabra” con termómetros en las oscuras horas del amanecer y observaciones que se anotaban con símbolos enigmáticos en la gráfica de la PFN. Todo eso cambiaría de forma sorprendente una vez que nos acostumbramos al estilo de vida de la PFN.
Antes de tener hijos, Misty había sido atea y yo un agnóstico. Con nuestro primer hijo, el milagro de la vida nos produjo un despertar espiritual. Nos dimos cuenta de que el Espíritu Santo ya nos había guiado a una vida católica. Sin embargo, incluso después de nuestra conversión, la PFN enriqueció la relación entre nosotros y con Dios de maneras que nunca habíamos esperado.
Estudiamos la “teología del cuerpo” en la catequesis de Juan Pablo II y nos entusiasmamos por vivir nuestra fe y compartirla. Fue emocionante aprender las razones poderosas en las que se basan las hermosas enseñanzas de la Iglesia sobre el sexo y el matrimonio.
Para mi gran sorpresa, también aprendí que mi esposa agradecía enormemente mi deseo de entender cómo funcionaba su cuerpo. Compartí la responsabilidad de planificar nuestra familia y también encontré formas diferentes para expresarle mi afecto e intimidad cuando teníamos buenos motivos para postergar un embarazo. Esto fortaleció nuestro matrimonio y me hizo un mejor marido y padre.
Cuando nos hicimos católicos, supe que quería ser el guía espiritual de nuestra familia, pero no comprendía qué implicaba eso además de llevar a nuestros hijos a misa los domingos. Por medio de la PFN y la Sagrada Escritura, descubrí que tenía la posibilidad de elegir qué tipo de hombre quería ser.
Con frecuencia culpamos a Eva por comer la fruta prohibida. Pero en el Génesis aprendemos que después de comer un bocado, ella le ofreció el fruto a Adán que estaba con ella. Adán no la frenó y le dijo: “Esto es una mala idea, vayámonos de aquí”. No protegió a su esposa, sino que se quedó quieto y callado mientras la serpiente la convenció de que renunciara al estado de santidad y quebrantara su relación con Dios.
Pero también existió San José. Cuando José obedeció al ángel que le dijo que llevara a María a su casa, aceptó la deshonra pública y la vergúenza de una prometida embarazada. Sacrificó su honor personal y su buena fama para obedecer a Dios y proteger a María y a Jesús.
Un marido tiene una opción clara: puede ser un Adán para su esposa o puede ser un José. El hombre puede quedarse quieto y callado y permitir que su esposa sufra las consecuencias físicas y espirituales de la anticoncepción. O puede defender la virtud, el cuerpo y el alma de ella usando la PFN. Hoy en día, se acepta la anticoncepción y es lo que se espera. Cualquier hombre que se prive de ella y prefiera la PFN corre el riesgo de caer en el ridículo y ser criticado. Pero como nos enseñó San José, hay cosas más importantes que la opinión de los demás. ¡Ojalá que los maridos elijamos ser un José para nuestras esposas!
Tom y Misty Mealey tienen cuatro hijos y viven en la diócesis de Richmond. Copyright © 2011, Natural Family Planning Program, United States Conference of Catholic Bishops. Se reservan todos los derechos. Concede permiso gratis para reimprimir este artículo con el siguiente reconocimiento: el nombre completo del autor, “Titulo,” NFPP/US Conference of Catholic Bishops, Washington, DC: USCCB, 2011.
By: Tom Mealey, April 30, 2013 (Couple Witness)